La discapacidad como distopía


Es común referirse a la ciencia ficción como género literario que explora ficciones utópicas o distópicas; las primeras recreando mundos ideales, en los que se ha superado cualquier clase de injusticia o de discriminación, las segunda recreando mundos horrendos o apocalípticos, plagados de sufrimiento y marginación. Bien desde el recurso de lo utópico o desde el de lo distópico, este género literario trata de apelar críticamente a nuestro presente, proyectándolo en algún tipo de futuro imaginario.

Conforme al Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo en España (www.odismet.es)  el 65 % de las personas con discapacidad en edad laboral están excluidas del mercado de trabajo, más de un millón doscientas mil personas); de la minoría, si se puede decir así, que están en el mercado laboral el 30 % no tiene trabajo (hay que recordar que el máximo histórico de desempleo en España nunca ha superado el 25 %); solo el 17 % de las personas con discapacidad tiene un título universitario (33 % en España). La tasa de analfabetismo ronda el 6% (menos del 1% en el resto de población).

Más realidades (www.fundacioncermimujeres.es): una de cada tres mujeres con discapacidad asegura haber sufrido violencia física, psicológica o sexual; por cada mujer asesinada por violencia de género, diez sufren como consecuencia de la agresión machista discapacidad  visual, auditiva, de movilidad y polideficiencias.

Y está la exclusión social (www.foessa.es). Por cada persona sin discapacidad en exclusión social hay casi dos personas con discapacidad en esta, son 734.800 pobres y con discapacidad, pero la exclusión social, en el caso de las personas con discapacidad, no está solo asociada a la pobreza; el 21 % de las personas con discapacidad que no son pobres, están excluidos socialmente.

La salud se revela como la dimensión de la exclusión con un mayor impacto en las personas con discapacidad y en comparación con el resto de la población el 17 % de las personas con discapacidad no puede comprar medicamentos, y el 28 % de ellos viven en hogares en los que todos sus miembros tienen limitaciones para actividades relacionadas con la vida diaria.

Al lado del empleo: el 15 % de los hogares de personas con discapacidad están formados por personas sin ocupación y sin protección contributiva; ocho puntos más que en el resto de la población.

Podríamos hablar también de accesibilidad  y “barrerismo”  y llegaríamos al mismos estado de la situación.

Todo ello podría ser el argumento apocalíptico de una novela de ciencia ficción si no fuese porque es la realidad a la que, en su cotidianidad se enfrentan hoy, siglo XXI, las personas con discapacidad.

Lo más grave quizá sea que esta realidad nos devuelve una visión distópica de nuestra propia sociedad.

Contribuir, desde las administraciones, la sociedad civil, el movimiento de la discapacidad e individualmente cada uno de nosotros, a que no existan obstáculos para la participación social de los más de 4 millones de ciudadanos que hoy encontrarán por su discapacidad, más de una limitación (que les llevará además a sentirse excluidos socialmente en todos o algún aspecto de su vida) es contribuir a construir una sociedad más libre, más equitativa y con principios morales más éticos.

El progreso social implica una ciudadanía más crítica, también más comprometida y con más capacidad de identificar y rechazar las injusticias sociales; menos pasiva, en definitiva.

El progreso social también es para las personas con discapacidad, que desarrollan una actitud más activa y de gobierno sobre sus propias vidas. El programa de becas al talento de Fundación ONCE está demostrando que la discapacidad puede llegar a ser un acicate para alcanzar una carrera formativa del más alto nivel. Demostrando con ello que otro mundo es posible, y que en él tienen cabida las personas con discapacidad, y mostrando con ello una conducta ejemplificante de talento y esfuerzo que puede ser espejo para el resto de jóvenes.

Confiar en las capacidades diversas es un reto ético que como sociedad nos debemos plantear. Fundación ONCE confía en las personas con discapacidad, y desde sus inicios allá por finales de la década de los ochenta del siglo pasado, dedica esfuerzos e importantes recursos a proveer de herramientas y apoyos a personas y organizaciones que también creen en el potencial de las personas con discapacidad.

Hay nuevos retos, nuevas formas de organizar la producción, la transformación digital y todo lo que conlleva el salto hacia la sociedad de la información, los nuevos avances en genética y salud, el transhumanismo que le acompaña y las nuevas ópticas de los cuidados, etc.

La discapacidad, y las organizaciones que directa e indirectamente nos ocupamos y nos preocupamos del encaje de las personas con discapacidad en la sociedad, debemos incorporar estas nuevas realidades en nuestros procesos y en nuestra estrategia, procurando que no sean nuevos espacios de exclusión social para los más frágiles.
Huyamos de las distopías.



Javier Albor González
Jefe de Innovación Social
Fundación ONCE


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